Tradicionalmente, las bibliotecas han sido vistas sólo como un lugar donde se almacenan libros para que la gente los consulte. A los bibliotecarios, por su parte, el tópico los retrata como personas grises y metódicas que simplemente proporcionan el libro que el usuario les pide.
En este sentido, resulta simpático comprobar como en un programa tan popular como Barrio Sésamo se reafirman estas ideas:
En el video vemos cómo el bibliotecario dice que en la biblioteca sólo se pueden conseguir libros, pero ¿por qué no puede tener también galletas o leche? Si el usuario lo demanda, ¿por qué no proporcionárselo?
En la actualidad, las bibliotecas no son sólo un espacio para la consulta de información, sino que cada vez más se piensa en ellas como en un lugar de intercambio de ideas y comunicación. Las nuevas tecnologías hacen que el modelo representado en Barrio Sésamo quede obsoleto.
El siguiente video nos presenta una reflexión sobre lo que puede ser la biblioteca del futuro en el Reino Unido, pero que puede ser extrapolable al resto de países de nuestro entorno:
Según dice un testimonio en el video, en la actualidad para realizar una investigación se empieza buscando en Google, para luego continuar con una búsqueda más específica también centrada en Internet y acabar en la consulta de libros y otras publicaciones. La biblioteca como simple depósito de libros queda relegada, de esta forma, a último eslabón de una cadena de búsqueda de información.
Pero Internet no es sólo una herramienta de búsqueda, sino también de participación. El propio usuario contribuye a crear la información que fluye en la red. Esta información es fruto de los procesos comunicativos que se dan entre los usuarios, por lo que el diálogo y la puesta en común de ideas se convierten en elementos clave en la construcción del conocimiento.
Si concebimos las bibliotecas como unos lugares de acceso libre y democrático a la información, debemos tener en cuenta estas nuevas formas de comunicación que han surgido. De este modo, las bibliotecas deben convertirse en espacios para el libre intercambio de ideas y conocimientos. Tienen que abandonar su imagen de lugares frios y serios, para convertirse en sitios en los que pasan cosas, donde la gente conversa, trabaja, se divierte, juega... y donde hay espacios para escuchar música, ver cine, tomar café y ... ¡comer galletas!
El usuario es el auténtico protagonista de esta nueva biblioteca, puesto que son sus necesidades las que son satisfechas y no al contrario. La interactividad, el diálogo, la sensación de comunidad que proporciona un espacio de las características arriba descritas ayuda a potenciar a la propia institución, que pasa a ser vista como una entidad enriquecedora de los valores democráticos.
Aunque pueda parecer lo contrario, el papel del bibliotecario no desaparece en este nuevo concepto de biblioteca, ya que él es el encargado de organizar la información, de catalogarla, de ponerla a disposición de los usuarios, de organizar actividades, proponer temas de debate, animar a la participación ciudadana...
El futuro de las bibliotecas, que en un principio podía ser considerado pesimista debido al auge de lo digital, se transforma ahora en una serie de posibilidades de comunicación entre los usuarios. La biblioteca se convierte, pues, en un espacio multidisciplinario, abierto, transparente y dinamizador de las distintas propuestas culturales de la zona en la que se encuentre. Un lugar al que, desde luego, apetece acudir.
Las tareas de una biblioteca universitaria como la que utilizamos en la Pablo de Olavide no varían desde hace años: se recogen peticiones, se solicitan libros a las editoriales, se reciben, se catalogan, se registran los ejemplares y se colocan en su estantería correspondiente.
Lo que ha cambiado sustancialmente es la manera en la que esas tareas se realizan en la actualidad. La informática se ha vuelto una herramienta indispensable en todas las fases del proceso que se requiere para que un libro, o cualquier otro material disponible en una biblioteca, llegue a sus usuarios.
Así, las peticiones se realizan por e-mail, la catalogación se realiza a través de un programa informático (Millennium), los registros disponibles aparecen en la web de la biblioteca y los usuarios tienen su propia zona en dicha web para renovar sus préstamos, reservar materiales o valorar los ejemplares consultados.
Según se nos informó en la visita, cada año se van implementando elementos en la web y en las propias instalaciones de la biblioteca para automatizar y agilizar determinados procesos. De este modo, los préstamos y devoluciones ahora pueden realizarse a través de dispositivos colocados cerca del mostrador de recepción, sin necesidad de contar con los empleados del centro. Otro ejemplo pueden ser las pegatinas con chip antirrobo, que facilitan el trabajo del bibliotecario, ya que no necesita utilizar diversos sistemas para tener controlados los ejemplares.
Cada vez más, se van añadiendo funciones de web 2.0 al portal de la biblioteca, por lo que los usuarios pueden dar valoraciones y, próximamente, hacer comentarios sobre los materiales que consultan. Además, se está trabajando en el préstamo consorciado con otras universidades de Andalucía, para que el acceso a la información por parte de los usuarios sea aún más amplio. Para ello, se pretende utilizar otro producto de la empresa creadora de Millennium (Innovative Interfaces) llamado INN-Reach .
Esta visita, por tanto, nos ha mostrado cómo se trabaja informáticamente en una biblioteca universitaria, la dificultad de la gestión de determinados recursos (como las revistas electrónicas) y la relación cada vez más fluida que tienen las bibliotecas universitarias entre sí y con sus usuarios.
Antes de comenzar el curso de Biblioteconomía y, con él, las reflexiones de este blog, me gustaría comentar mis experiencias en el área de las bibliotecas y la información. Hasta el mes de julio, estuve trabajando en el Centro de Documentación del Agua de EMASESA, en el que catalogué ejemplares a través del programa informático AbsysNET. Los registros que iba introduciendo, aparecían en el OPAC (o catálogo en línea) de la Red de Bibliotecas Públicas de Andalucía.
Me di cuenta de que hasta entonces, todos los libros que poseía el centro de documentación eran como si no existiesen para la mayoría de los ciudadanos, puesto que si alguien estaba interesado en alguno de ellos no podía localizarlo fácilmente en nuestra sede. Hasta ese momento, el catálogo del fondo documental sólo se encontraba en una tabla Excel enlazada desde la web de la empresa.
Gracias al uso de una herramienta informática específica de gestión bibliotecaria, las personas interesadas en un libro de una temática tan especializada como la gestión del agua o la ingeniería hidráulica, podrían encontrarlo tan sólo accediendo al catálogo de la Red de Bibliotecas.
Sin embargo, este es sólo un primer paso en el acceso a la información de este centro documental, puesto que existen otras muchas formas con las que poder conectar con el público interesado en sus temas. Espero que el curso que ahora comienza me ayude a descubrir cuáles son las más apropiadas y cuál es el mejor uso que puede hacerse de ellas.